Por fin ha llegado a nuestras pantallas el primer spinoff del universo Star Wars, Rogue One: Una historia de Star Wars. Se trata del primero de los tres planificados, sin duda una de las películas más esperadas por todos los fanáticos de la saga galáctica, entre los que me incluyo, puesto que podía suponer un aire fresco dentro de la historia, un camino diferente a lo que ya conocemos y adoramos, así como la posibilidad de explorar otros derroteros dentro del rico universo que George Lucas nos regaló. La cinta, dirigida por Gareth Edwards (no voy a entrar en la polémica de los reshoots de Tony Gilroy), mantiene sus señas de identidad vistas en Monsters y Godzilla, estilo que le va como anillo al dedo a una película más bien bélica, con muchos tonos grises y oscura en su planteamiento como en su ejecución, colores ocres y apagados, y con sensación y olor a… derrota. A pesar de que el punto de partida era esperanzador, Rogue One no cumple con la expectativa de abrir senderos diferentes a la trama original (como buen spinoff que se precie), sino que enlaza directamente con La Guerra de las Galaxias, aunque los focos se centren en otros personajes. Y a pesar de no lograr eso, el resultado final es memorable, a pesar de sus problemas, pero que deja Esperanza.
Rogue One hace referencia al código del grupo que consigue los planos de la primera Estrella de la Muerte, encabezado por Jyn Erso (una muy buena Felicity Jones), hija del ingeniero que construye el arma definitiva del Imperio, Galen Erso (Mads Mikkelsen), quien introduce una trampa como venganza por su separación familiar por parte del Director Krennic (Ben Mendelsohn). Junto a ella, un capitán de la Rebelión, Cassian Andor (un buen Diego Luna) y su robot reprogramado K2-SO (buena liberación cómica), personaje el primero obligado a cumplir órdenes a veces en contra de sus creencias, en algún caso cruzando líneas rojas morales con sus actos. En el trayecto, se juntarán con un piloto imperial renegado (Riz Ahmed, un poco perdido en la película) enviado por Galen y una pareja de fanáticos de La Fuerza y protectores de cristales de Kyber (el material con el que se hacen los sable láser) llamados Chirrut Îmwe (un espectacular Donnie Yen) y Baze Malbus (Wen Jiang), con los que se cruzarán en la ciudad de Jedah, santuario de los Jedis. Por supuesto, no podemos olvidar que Darth Vader hará aparición en la cinta un par de veces, pero uno de los momentos es memorable. Y un par de personajes más, rescatados gracias al CGI (uno con más éxito que el otro) y que harán las delicias de todos los aficionados a Star Wars.
Rogue One tiene varios problemas importantes, todos ellos de guión, obra de Tony Gilroy (Michael Clayton) y Chris Weitz (Cenicienta). El primero y fundamental es que, salvo Jyn Erso y Cassian Andor, el resto de los protagonistas del equipo no tienen ningún tipo de desarrollo, con lo que cuesta empatizar y formar lazos emocionales con ellos. No hay ninguna subtrama, ni siquiera con el personaje de Forest Whitaker, quien podría haber dado más juego y que al final roza el ridículo mayúsculo (cerca del que produjo Jar Jar Binks). Es una pena que todo sea tan plano, ya que el impacto emocional hubiese sido mayor.
El segundo problema es que la estructura sigue siendo la misma que ya hemos visto en La Guerra de las Galaxias, El Retorno del Jedi, La Amenaza Fantasma y El Despertar de la Fuerza. Presentación de personajes, drama familiar (otra vez paterno-filial), aparición de mentor (Un muy desafortunado Forest Whitaker, lo peor de la película con mucha diferencia. Un sinsentido), reunión con otros personajes, demostración de poder de los malos, reunión para decidir los pasos a seguir con disensiones, y finalmente, enfrentamiento final en tres planos diferentes: espacio, tierra y centrado en los héroes dentro de una estructura. Poca imaginación, inventiva y poco riesgo, cuando precisamente una de las cosas que te podía permitir el spinoff era eso, innovar y hacer lo que quisiesen, sin atenerse a las reglas no escritas de la saga.
Y el tercero, es un problema que ya tenia El Despertar de la Fuerza, y son los constantes homenajes a la primera entrega de la saga. De verdad, no es necesario, en serio. Ya nos conocemos todos los personajes, ya hemos cubierto el efecto nostalgia con El Despertar de la Fuerza, no hace falta más. Incluso, aunque esto lo pongo como algo bueno, se ha utilizado en la batalla espacial final metraje original con los planos de los pilotos de los B-Wing y algunos de los X-Wing (incluso matan a Rojo Cinco, para que luego Luke tome su lugar). Pero es que estos homenajes, excesivos ya, forman también mucha parte de los diálogos y situaciones. Es más, parece que diferentes frases de La Guerra de las Galaxias conforman todas ellas el guión de la película.
Y es una pena, porque esos fallos importantes hacen que los dos primeros actos de Rogue One sean normalitos y, hasta cierto punto, aburridos, a pesar de tener acción, localizaciones diferentes y desaprovechadas, como la ciudad santuario de Jedah, de la que apenas se presenta y casi es un “pasaba por aquí”.
Hasta que llegamos al planeta Scarif, donde se desarrolla el tercer y último acto de la película, y todo cambia. Lo nuevo se mezcla con lo clásico (ese líder rojo sacado de la peli original), esas maquetas de los destructores imperiales chocando, la claridad de los efectos especiales comedidos, al servicio de la historia, el hermano gemelo de Ackbar, la incursión militar, todo. Esa escaramuza final, el final inevitable del que todo el grupo es consciente, la redención, la esperanza y la emoción invaden con toda la fuerza de la magia de La Guerra de las Galaxias. Te golpea emocionalmente tan fuerte que notas la perturbación en la Fuerza, e irremediablemente te conduce a un final tan memorable, tan espectacular, tan emocionante que cualquier aficionado a La Guerra de las Galaxias no podrá evitar soltar una o todas las lágrimas del mundo. En ese momento te das cuenta de que todos los problemas que antes relataba y que veía desde el punto de vista crítico, desaparecían y me transformaba de nuevo en ese niño que soñaba cada vez que veía cualquier entrega de Star Wars.
Reconozco los errores y los fallos de Rogue One: Una historia de Star Wars, que son varios e importantes, sobre todo en tema de guión a la hora de desarrollar los personajes. Sin embargo, se trata de una muy buena película dentro del universo de Star Wars, para mí la tercera en el TOP3 (por detrás de El Imperio Contraataca y La Guerra de las Galaxias) y empatada con Spaceballs, todo gracias a ese final ya convertido en mítico, emocionante y memorable, hace que nos reunamos de nuevo con lo más clásico de la saga. La parte final podría tranquilamente sustituir a La Venganza de los Sith y nuestras vidas en los últimos años hubiese sido mucho mejor. La lineas difusas de los buenos quedan perfectamente retratadas, la desesperacion de verlo todo perdido, de no encontrar esperanza, con momentos oscuros de personajes que asumen sus responsabilidades y que, al final, cuando todo está perdido, encuentran la redención necesaria para Una Nueva Esperanza.
Gracias por convertirme en niño de nuevo.
SOY UNO CON LA FUERZA, Y LA FUERZA ESTÁ CONMIGO